Queríamos llegar a las Islas Galápagos, nos llamaba la atención esa naturaleza virgen tan apreciada por Charles Darwin. Allí teníamos la seguridad de ver todo tipo de aves endémicas, además de las grandes tortugas y los lobos marinos.
La sorpresa fue cuando antes de volar hacia Galápagos hicimos una parada en Puerto Lopez, una pequeña ciudad de pescadores de la provincia de Manabí, en la costa de Ecuador. Desde allí teníamos prevista la visita a una isla de la que no habíamos oído hablar nunca, justo enfrente de dicha localidad, la Isla de la Plata.
La Isla de La Plata se encuentra a 30 Km de las costas en la provincia de Manabí, Ecuador. Tiene un área de 14.2 Km2 y su punto más alto llega a 167 m sobre el nivel del mar. Se ubica dentro del Area de Endemismo para Aves de la Región Tumbesina y está protegida por el Gobierno Ecuatoriano en el Sistema Nacional de Areas Protegidas como parte del Parque Nacional Machalilla. Altos acantilados rodean en su mayor parte la isla, siendo Bahía Drake el único acceso para embarcaciones y donde se ubica un antiguo hotel que actualmente funciona como oficina de los guardaparques e investigadores, de donde parten dos senderos que atraviesan Punta Palo Santo, Punta Machete, Punta Escalera y la Quebrada del Faro.
Cogimos un barquito bien temprano que nos dejó en esta isla diminuta, que justo da para una visita completa de un día. La sorpresa fue que una vez allí el espectáculo estuvo asegurado. Todas las aves que teníamos que ver en Galápagos (las endémicas como los Piqueros de patas azules por ejemplo), por allí revoloteaban a sus anchas. Ibas caminando y te encontrabas a los piqueros con sus crías o poniendo sus huevos durante todo el camino. Desde los acantilados las fragatas y los piqueros pardos sobrevolavan por encima de tu cabeza a vuelo raso.